Pensamientos Peregrinos

Otro viaje. Una nueva caminata agotadora.

Se podría decir que era mi peregrinación. Aquella peregrinación necesaria, lejos de todo y de todos, al menos en parte. Buscando un reencuentro interno, una recarga de energías ad portas de iniciar un nuevo periodo con la gente; la misma que amo y aborrezco.

El reloj marca las siete. El sol comienza su viaje hacia el crepúsculo, después de un día de calor sofocante. De un día típico de verano en la ciudad. Un día iniciado en el seno de la ansiedad. Aquella misma que, infructuosamente, intenté controlar.

Nuevamente, he llegado al final de mi recorrido. En la cima. Las piernas agarrotadas por un esfuerzo mayor al realizado en anteriores ocasiones.

Y nuevamente me incomoda ver la ciudad. Aquella en que nací y me he criado. Nunca me ha gustado, pero sigo atado acá. Siguiendo un camino casi preestablecido. Esperando pacientemente el día de la partida. De fondo, el sonido de la ciudad y los murmullos de quienes buscan sosiego en el encuentro de sus dioses, inundan la escena.

Pero falta una voz. Y un cuerpo. Hace falta tu risa, tus abrazos y tus besos. A pesar de cuanto detesto todo esto, solo esas pequeñas cosas habrían hecho de esto un todo perfecto. Un todo esperado, deseado.

Pero al final, solo se puede vivir en la imperfección.