Humedad

Cerró los ojos una vez más, como tantas veces lo había hecho en sus largos 50 años de vida. En ese momento, los recuerdos se agolparon en su cabeza. Recuerdos de todo tipo. Se le vino a la memoria sus inocentes juegos de niñez y los no tan inocentes de juventud. Sus amores imposibles, aquellos improbables y los eternos. Recordó a sus hijos y sus risas infantiles, sus preguntas constantes o sus graves problemas de niños pequeños.

En ese momento, sintió que la humedad comenzó a recorrer su rostro, sin siquiera molestarse en preguntar si podían aparecer. No. Así no funcionaba el asunto.

Conversaciones Personales

- ¿A qué le tienes miedo? - le preguntó una voz familiar.
- A mi mismo. Soy fuerte y, si lo necesito, puedo pasar por sobre quien se ponga en mi camino...
- ¿Y el problema? - le interrogó la voz, extrañado.
- El problema... - contestó, como rememorando hechos pasados- es que a veces, eso también incluye a quienes amo...

Gracia.-

Afortunado aquel que contigo esté,
aquel que con sus manos acaricie tu rostro,
rozando sus dedos en tus labios
y pueda arreglar algún mechón caído en él.

Quien pueda compartir tus sueños,
disfrutar de tus palabras,
escuchar el eco de tu alegría
o el efímero instante de tu voz.

Bien aventurado aquel que pueda ser tu apoyo,
aquel cuyas palabras y consejos busques,
quién ansíes besar durante la interminable eternidad de un latido,
quién recurrentemente aparezca en tus sueños.

Quien, en la oscuridad del cuarto,
pueda sentir la tersura de tu piel,
la fogocidad de tu deseo
o el placer no expresado de tu gemir.

Porque la fortuna tiene multiples maneras de emerger,
y cada uno de tus perfiles,
encarna el placer de tenerte en mi vida.

Una hermosa mujer

Era la mujer más hermosa que hombre alguno hubiera conocido. 
No por su figura, ni por sus curvas,
por el tamaño de su busto o el ancho de sus caderas.
Había algo que tan solo su sonrisa expresaba,
que su mirada mostraba, que sus palabras construían.

Y no era para menos, el saber que esa mujer,
además de todo, era madre.
Mal que mal, la verdadera belleza
se mide en consecuencia, en actos y responsabilidades.
Y por todo eso, ella era la mejor.


Texto dedicado a Mari

Dedos de agonía

Tu voz era un grito de agonía constante y latente, de un mundo lleno de altibajos, internos, más que externos. Tus palabras hablaban de un corazón herido y maltratado con los errores de sombras del pasado, que tu corazón trataba de seguir atando a un presente eterno e inmutable. Y no es que fueras consciente de tu incapacidad de liberación. Sabías que aquello así funcionaba en tu interior. Lo podías ver casi como un espectador: externo a todo lo que ocurría en ti.

Tan solo buscabas olvidar la forma de cambiar. Porque los cambios, incesantes todos ellos, atemorizan a las almas atormentadas, cual tormenta a las aves. Y tu esencia misma, es la del pesar. Un pesar por un pasado que no extrañas, pero que te niegas a soltar. ¿Qué es lo que te impide avanzar? ¿Cuánto más te piensas torturar?