Tu perfume

¡Era su aroma!

Su perfume acababa de rondarme, envolviendo mi cuerpo en el recuerdo de él. En su forma de mirarme, de acariciar mi mejilla, de tomar mi pelo y colocarlo tras mi oreja, de desearme, de provocarme.

Esto no era nada que yo deseara realizar. Sólo fue una reacción instintiva. Tan instintiva como el apretar las piernas al sentir su aroma, su olor a hombre que tanto me volvía loca. Tampoco fue mi culpa observar, en aquel momento, como los pezones de la imagen que estaba en un espejo frente a mi se marcaran tan notoriamente, a pesar del sujetador que utilizaba.

También fue instinto el tratar de sentir aquel olor una vez más, sin éxito. Aún cuando no era necesario, ya que se había quedado en mi memoria, en las reacciones de nerviosismo que me embargaron, en el cierre de piernas, en el sentir como subía la temperatura de mi cuerpo.

Pero se me acababa el tiempo. Si pasaba mucho más ahí, se volvería raro. Y no quería que mis compañeros de trabajo me vieran así. Sensual, atractiva, deseosa.

En ese momento, sentí que algo había cambiado. Algo en mi, me llevó a pintarme los labios y soltarme aquel cabello largo y semi ondulado que tanto me alababan, aquel que nunca dejaba de convencerme.

Simplemente salí.

Aquel día, noté como todos me observaban distinto. Lo sentía en mi piel, quizás más sensible, más erotizada a raíz del instante en que me llegó su recuerdo, más sensual y atractiva. Me observaban como si fuera una Venus. Compañeros y jefes. Pero nadie dijo ni hizo nada.


—Te ves algo distinta, ¿será tu cabello?— pronunció una voz extrañamente familiar, tras haber terminado mi día laboral, ya en la calle, camino a casa.


Al darme vuelta, lo ví. Era él. Coincidencia, quizás, aúnque no dejaba de sorprenderme la situación. Hacía un tiempo que no sabía nada de él.

—Tonto— murmuré por tu acotación. Sabía que me leías bien. Se notaba en la forma en tus ojos me observaban—. Solo me estuve acordando de ti durante el día— le comenté, al tiempo que mi cuerpo volvía a reaccionar, al ir acercandome para besar su mejilla, para saludarlo.

—¿En serio?— mencionó, mientras una de sus manos se dirigía a aquellos puntos que tan bien conocías.

—Y te aprovechas de eso...— casi en un susurro. Sus manos, aquellas manos gruesas, firmes, asperas, fuertes; me habían removido aquella fibra sensible de mi cuerpo. Y una demasiado sensible.

Tu sonrisa fue evidente.

—Te acepto un trago, sabes cuál me gusta— le alcancé a decir, antes de que dijeras nada. Solo bastó tu mano dirigiendome al local, tu sonrisa pícara que me encantaba y aquella conversación cuasi superflua que era la antesala de un placer inexplicable.

Al menos esa noche, no la pasaría sola.

Aprendizaje


—Puedes esperar y creer todo lo que te dijeron de mi, como si lo hubieras vivido. Y aún así, no buscaré que pienses lo contrario ni menos buscaré hacerte cambiar de opinión, ¿de qué vale intentarlo si vives con una imagen que nunca conociste? No, no es responsabilidad mía lo que tu creas.

El sonido de los vehículos avanzando era lo único que rompía aquel silencio entre los dos. Uno despreocupado por la situación. El otro, molesto con las palabras recién mencionadas. Sin olvidar todo lo que le habían contado.

—¿Es eso todo lo que tienes para decir? respondió con un dejo de frío y distante en su voz.

—¿Esperabas algo más? ¿Quizás un "por favor no te alejes"? No, no es tanta mi ingenuidad. Una vez ya fue suficiente, aún cuando no haya sido contigo. Una amistad, un afecto que se ruega, no tienen ningún valor. Cree lo que quieras. Mi vida seguirá. Con o sin ti —Y sonrió. Con una sonrisa cálida, cariñosa, sincera. Como si con su rostro intentara mostrar el craso error que el otro estaba por cometer—. Hasta nunca —fueron sus últimas palabras.

El dolor aún estaba ahí, pero pasaría. Como todo en la vida. La fortaleza no es algo que se gana viviendo una vida sencilla, al contrario. Mientras sus pasos le dirigían a cualquier lugar (no importaba donde, solo lejos de ahí), no dejó de notar como los vehículos seguían avanzando, indiferentes a lo que sucedía a su alrededor. Quizás debería aprender a ser así, pensó, aunque rápidamente se retractó. Parte de quien era, había sido forjado por todas esas caídas. Y había crecido con cada una de ellas. No podía ser tan malo entonces.