La pantalla no había vuelto a encenderse desde aquel día.
La mirada, entre esperanza y aceptación, no dejaba de observarla. Incluso, aún, cuando ya llevaba semanas en ese estado.
No. No había vuelta atrás.
La música, que había rehuido desde aquel momento, repercutía en sus audífonos en melodías que se repartían entre alegres y soñadoras, lo que solo lograba hacer que sus ojos, hasta ese momento secos solo por evitar lo inevitable, se humedecieran.
Habían sido años extraños. Aprendiendo cosas que jamás pensó en aprender. Celebrando otras que, incluso en su total desinterés, resultaron impresionantes e importantes en esos años. Pero había sido feliz. Por sobre todo, feliz. No esa alegría de cinco minutos. Feliz de verdad.
Pero ya era solo un sueño más, como tantos otros.
Solo un corazón, vacío.