Un instante de gloria

Se sentía idiota. Hasta estúpida. Ahí, tendida en su cama, desnuda y con sus piernas abiertas, al tiempo que dirigía sus manos, tímidamente, a su intimidad. No sé por qué estoy haciendo esto, era lo único que lograba pensar en ese momento. Incluso cuando sintió la piel de su pubis o sus labios en sus dedos, no paraba de decirse, casi como un mantra, que ella no quería hacer aquello.

Pero vaya si sabía el por qué.

Había transcurrido algún tiempo desde que terminara con su último novio, y no se sentía capaz de hacer el amor (¿o tener sexo?) con cualquiera. Habían pasado algunos años desde que naciera su primer hijo, bastante tiempo más desde que tuviera su primera vez, y no era de las que evitaban tener relaciones con sus parejas sino más bien lo exigía como una necesidad básica, casi como respirar o comer. Mucho tiempo más, desde que comenzara a notar como los ojos de sus pares se desviaban al verla pasar. Se sabía era atractiva y femenina, aunque no solía aprovecharse de eso.

El sexo se disfruta en pareja, no necesito obtener placer sola, gritaba su mente, mientras movia sus dedos, lenta y pausadamente, como temerosa a lo que pudiera ocurrir.

Cuando aprendió lo que era el sexo, hacía tiempo que ya le resultaban atractivos los hombres y que deseaba realizar lo que la curiosidad, su madre, las amigas y el internet le habían ido informando. Y aquella primera vez, había resultado mucho mejor que lo que cualquiera le hubiera podido contar. Una parte de ella cambió, más allá de su físico. Había encontrado una nueva necesidad, además de la comida. Una que, además, resultaba fascinante.

El instinto le llevó a cerrar los ojos, cuando un primer relampago de placer, le recorrió el cuerpo entero y le enmudeció la voz, una voz que no paraba de expresar, quedamente para no alertar a nadie, la dicha que sentía. Sus dedos no paraban de moverse. Estaba en la gloria y en su interior podía presentir que había algo más un poco más allá, algo que nunca había sentido, algo que ansiaba alcanzar incluso sin saber que sería.

Había leído muchas veces sobre algo que la gente denominaba "masturbación", pero siempre como algo lejano, ajeno, sin sentido. ¿Para qué quiero disfrutar sola si puedo hacerlo con alguien más? Para ella, eso no tenía lógica y no podía comprender a la gente que lo hacía.

Arriba y abajo, presionando y soltando, con rapidez o lentitud. Era la primera vez que pasaba aquel umbral de placer y se adentraba a un estado cercano al éxtasis.

Pero las conversaciones con sus amistades le iban generando curiosidad. Y la curiosidad, en ella, era peligrosa. No por nada su primera vez solo había sido un acto de curiosidad.

Quería gritar. Quería liberar su voz y expresar así su infinito placer. Pero el mismo placer la enmudecía... y cada vez estaba más cerca...

Aquel día, llevaba varios meses soltera, sin relaciones y una necesidad insatisfecha. Aquel día, una conversación había sido la causante de que sus ideas, ya definidas hace tiempo, fueran puestas a prueba. Aquel día, la curiosidad había dado paso a un "¿y por qué no intentarlo al menos una vez?".

Y en ese momento, perdió la noción de todo. Del tiempo, del lugar, de sus reparos, de sus ideas preconcebidas. Todo era placer. Un placer que jamás nadie le había hecho sentir. Uno que le recorría cada milímetro de su anatomía. Una que le había hecho humedecer sus dedos, su entrepierna y su cama. Una sensación que se le metíó profundo, hasta la médula, y a la que sabía se haría adicta. Sentía que recién había comenzado a descubrir el sexo de verdad, y en parte, tenía razón.

En ese instante, había vuelto a nacer.

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Imagen obtenida de acá

Viajes de retorno

Si tú no estás (Los Jaivas)


Si tú no estás como podré olvidar 
la vida aún amándola tanto 
no la siento igual, 
no la siento igual.

Jamás sabré lo que el amor nos puede dar 
mi vida estando junto a tí me hace olvidar, 
me hace creer estar siempre felíz.

Si tú no estás como podré olvidar 
la vida aún amándola tanto 
no la siento igual.

Jamás sabré lo que el amor nos puede dar 
mi vida estando junto a tí me hace olvidar, 
me hace creer estar siempre felíz. 
Me hace creer

Ser felíz 
Creo ser felíz. 
Ser felíz. 
Creo ser felíz.

Si tú no estás como podré olvidar 
la vida aún amándola tanto 
no la siento igual, 
no la siento igual.

Siempre, 
siempre felíz está, 
siempre, siempre me hace creer 
estar siempre felíz


* * * * * * *

Dejar el reproductor avanzar, al azar,
por los recuerdos de aquellos sonidos del pasado que reberberan
una y otra vez, en tu memoria, en tus memorias;
alternando con suficiencia melancólicas y alegres melodías.