Abro los ojos y miro a mi alrededor.
Las sombras revolotean acompañándome en un presente del que aún no logro tomar conciencia. Miro y observo todo lo que sucede. Leves sonidos se entremezclan con mi conciencia, intentando darle un sentido a la realidad. Intentando prevenirme sobre donde estoy.
En un intento por concentrarme, recuerdo una escena. Una mujer miraba hacia el horizonte. Un ave cantó y cruzo el cielo en un rápido revoloteo, como si intentara alejarse de quien al horizonte observaba. No tiene sentido, pienso.
Me incorporo lentamente. Siento el pasto acariciar mis manos, mientras las apoyo al intentar ponerme de pie. Un remanente de luz se filtra por aquí y por allá. Levanto mi mirada y descubro un cielo oscuro que en ocasiones, deja vislumbrar una luna en su cenit. Por un extraño motivo, sonrio levemente.
Veo a mi alrededor, tras haber pasado aquel instante de ensueño pasado, y observo un pequeño claro rodeado de arboles, altos y frondosos, diseminados al azar. Doy un paso hacia el frente, con cuidado, y el sonido de un agua que no estaba antes ahí, me envuelve. Asombrado miro al suelo, y no veo nada más que un charco luminoso.
Por inercia miro al cielo una vez más, y observo que la noche se ha cerrado más. En eso, una luz comienza a emanar desde el horizonte, por entre los árboles. Una luz cálida. Brillante. Atractiva.
Sin pensarlo, me dirijo hacia aquel punto. Esto parece un sueño, me escucho murmurar; pero sin prestarme mucha atención, sigo avanzando. Una sensación de calidez me embarga.
Siento más de lo que noto mi cercanía a la fuente luminosa. Extiendo mi brazo para intentar alcanzarlo, y todo se desvanece en el aire. La noche se vuelve a cerrar. La existencia se entremezcla con todo, y la oscuridad vuelve a ser dueña del mundo. Una extraña mezcla de serenidad me embarga. Todo a cambiado otra vez.
