Bajo la Luz de la Luna

Una palabra, una sonrisa, un instante.

La felicidad desbocada inundando completamente el mundo. Aquel mundo. Los momentos durante los cuales las sensaciones se multiplican y se desvanece la realidad, los objetos se vuelven etéreos, las voces solo se transforman en ruido incomprensible. Todo lo que queda es aquel instante.

Aquellas dos palabras que prometí nunca volver a pronunciar se atropellan por salir raudas, a la existencia. No les basta con solo existir. No es suficiente con solo ser importantes. Quieren demostrar su trascendencia a todos. A ti, a mi, a aquellos que nos miran con indiferencia, a esos que con envidia denotada, observan. Solo dos. Tú, yo, las palabras. Un trio doble. Tartamudeando, más por ansiedad que por otro motivo, salen a la luz del sol, a la luz de la luna, a la sombra de la noche, a la mera esencia del mundo.

Sonrisa. Tortura fecunda. Felicidad eterna. Tan apetecible y tan inalcanzable. Solo basta tu presencia para transformar todo. Apareces. El sonido de aquellas palabras te transforma, te transmuta, en algo que no logro identificar. Bueno, malo da igual. Me fascina. Pierdo la noción de todo. Observo esa sonrisa. Me llama. Si!

Los cuerpos se entrelazan, cabezas, piernas, manos, torsos, se sumerjen en instantes de placer, de deseo, de necesidad incomprendida. El placer de solo aquel momento. Suaves sonidos, suaves caricias. ¿Algo más?. Una sonrisa, palabra de un potencial ilimitado. Dos cuerpos, una sola existencia. Y en el fondo, una tercera.

Dos que son tres.

Si, pasamos a ser tres.