Realidad

La conversación había cambiado. En aquellos momentos me intentaba crear una imagen mental de como sería el día siguiente. De como se vería ella bajo aquellas ropas que intentaba describirme. No lo niego. Imaginé una y mil cosas a la vez. En algunas se veía mal, y en otras simplemente parecía una modelo. Un tono de labios, un color de uñas, un peinado e incluso su maquillaje. Todo cambiaba en cada atuendo que llegaba a mi mente. Un sin fin de colores circulaban, manteniendo unas pocas constantes que se repetían.

Es cierto. Sólo había sido imaginación. Pero aún así, siempre se dice que la realidad supera a la ficción. Y cuando por fin pude ver la apariencia final, no pude hacer nada más que callar y mirar. Un vestido hermoso con una caída y un corte perfecto para su cuerpo. Un maquillaje que destacaba aquellos ojos alegres y una mirada coqueta que no podía sino indicar la felicidad de quien así vestía.

Cierto. No pude pensar nada. Al rato, lo primero que pasó por mi cabeza fue simplemente un "maravillosa" -con una velocidad digna de perder contra el paso firme de un caracol en carrera- y trás aquella palabra, comencé a conectar nuevamente las ideas. Es cierto. La realidad superó con creces mi capacidad de imaginación, pero no me molesta. Si no hubiera sido así, jamás me habría sorprendido. Y ha sido la mejor sorpresa de el último tiempo. Con creces.

Tonteras

Había terminado de ilusionarme, o eso creía.

Tras mucho tiempo, solo bastó una mirada, un hola y una sonrisa, para caer en las ilusiones una vez más. Creo que alguien en algún momento me dijo que pecaba de iluso. De soñador. No le tomé el peso en ese momento pero tras años conociéndome, me parecen palabras muy ciertas.

Cuando vi esa sonrisa. Tímida y ligeramente coqueta, algo se revolvió en mi interior. No lo niego. Soy coqueto por naturaleza, y no es algo que intente evitar. Me gusta ser así y eso es algo que no cambiaría. Pero esa mirada tenía un tipo de coquetería al que no estoy acostumbrado. Aquella coquetería que dice más de "tú nunca podrás estar conmigo" que "esto es un juego, no te lo tomes en serio". También me han dicho que me gusta complicarme la vida. Es verdad. Y hay desafíos que no dejo pasar.

¿Suena feo decir que eres un desafío? A mi parecer si. Pero las palabras dan para tanto y existen tan pocas para expresar todo lo que necesitamos decir. Mi vida entera es un desafío del que trato de salir victorioso (no confundir con que no moriré. Puedo salir victorioso de la vida incluso estando muerto...). Aún así. ¿Cómo actuarías tú ante una mirada que te diga "no podrás tenerme", ante una sonrisa que se te insinúe provocadora y distante?. ¡Sí! lo más sencillo sería simplemente aceptarlo y dejarse estar. Pero si mal no recuerdo dije más arriba que me gustaba complicarme la vida (y no lo digo como algo irónico/sarcástico).

Y esa mirada que encanta y enamora, se confabula con la timidez de la sonrisa y lo engreído de su caminar. Una mezcla extraña sin dudas. Me hacen dudar. Tantas cosas y tan pocas. Todos mis sentimientos se transforman de un instante a otro en deseo, amor, en rabia, distancia y un largo etcétera que aburriría a cualquiera... incluso a mi. Si, incluso a mi.

Una vez me preguntaron "quien te entiende"... y no supe que responder. Hoy día sé que yo me entiendo, y eso me basta para vivir. Pero no quita que...

Desv[ar]íos

Siento que perdí el rumbo...

Hasta puede sonar ridículo con respecto a que me refiero... pero así me siento.

Hasta hace unas semanas, seguía como si nada. Pero hoy no. Me siento frío y distante. Y aunque sé que eso me da por lapsus, no me gusta.

Últimamente no dejo de sentir un cierto tono de "molestia" en las palabras. ¿Idea mía? Probablemente.

El rumbo lo he perdido este último tiempo. Pero lo recuperare. Es un mero lapsus. Y hará que al final, reencuentre el camino y sepa como evitar perderlo una vez más...

Espero no volver a perderlo.

Distancia

Un día opaco. Un aire grisáceo cubre la ciudad por completo.

En medio de la ciudad un cerro.

Y entrando al cerro un chico.

Observa el lugar con una mirada triste y perdida. Y en sus ojos se ve como un pensamiento, tan feliz como triste, se le cruza por la mente. Decide caminar.

Comienza su viaje improvisado en dirección a la cumbre por senderos y caminos, exigiéndole el aguante necesario a un cuerpo que ha ido olvidando lo que significaba el esfuerzo.

Un tibio sol cae sobre aquel lugar, mostrando una ciudad sucia. A pesar de eso, la mirada del chico se vuelve alegre, hasta esperanzada. El lugar, con su verdor y relativa tranquilidad le animan. Le hace feliz.

Lentamente avanzando llega a la cima. Se sienta y ve al horizonte. Un sol anaranjado y tapado por el aire contaminado ilumina en su ultima hora a la ciudad acelerada. La mira, la observa, buscando en los edificios silenciosos algún lugar que conozca. Y en eso, un recuerdo le llena el rostro de evidente melancolía.

Sabe que esta mal. Realmente lo sabe. Y a pesar de saberlo, no puede dejar de traer aquella imagen a su cabeza. Saca el celular con la excusa de ver la hora, aunque lleva reloj de pulsera, y se queda con la mirada perdida, soñadora, viendo aquella fotografía.

"Que triste es desear algo inalcanzable", se le escucha murmurar.

Comienza a escribir con la esperanza de desahogarse. Al terminar, empieza con el camino de vuelta, intentando recorrer las rutas menos transitadas, como en un intento por demorar el regreso a la ciudad. No puede evitar encontrarse con cada vez más personas, hasta que, unos minutos después, abandona el cerro y vuelve al mundo civilizado.

Y una vez más, su rostro muestra una mirada triste y perdida.

Recorridos

La luna se dibuja en el cielo con su rostro iluminado, radiante e invisible a para la gente de la ciudad. Moviéndose parsimoniosamente hacia su cenit, sin detenerse; constantemente observando.

En algún rincón de la ciudad ajetreada que lentamente se comienza a calmar, una voz interrumpe el sonido de los pasos y vehículos presurosos. "Mira la luna", pronuncia una voz masculina. "¿Dónde?", se escucha la respuesta acelerada, casi sin pensar, de una chica de voz juvenil. Una risa cálida acompaña a los jóvenes tras la pregunta, momentos antes de una despedida fría, rauda, fútil.

Lejos, una pareja espera. Él, de unos treinta y tantos, sentado en la parada, cigarro en mano, conversa y bromea, mientras abraza y besa cariñosamente a su chica. Disfrutan la espera, y tras risa y risa, los brazos de ella rodean su cuello. La felicidad los embarga y el mundo parece no ser nada para ellos.

A unos cientos de metros de aquel lugar, en algún departamento dos personas comparten, se acompañan. La habitación a oscuras e iluminada suavemente por la luz de la luna, deja entrever los cuerpos desnudos y sudorozos que se contornean, al ritmo de la melodía de sus propios gemidos. Los ojos cerrados y disfrutando cada una de las sensaciones. La fría noche no lo es tanto para ellos.

Y en algún lugar un chico escribe sobre las cosas que mira. Y fantasea con imágenes que no ha visto y que desea hacer realidad.

La luna sigue avanzando. Ya ha llegado a su cenit.