Recorridos

La luna se dibuja en el cielo con su rostro iluminado, radiante e invisible a para la gente de la ciudad. Moviéndose parsimoniosamente hacia su cenit, sin detenerse; constantemente observando.

En algún rincón de la ciudad ajetreada que lentamente se comienza a calmar, una voz interrumpe el sonido de los pasos y vehículos presurosos. "Mira la luna", pronuncia una voz masculina. "¿Dónde?", se escucha la respuesta acelerada, casi sin pensar, de una chica de voz juvenil. Una risa cálida acompaña a los jóvenes tras la pregunta, momentos antes de una despedida fría, rauda, fútil.

Lejos, una pareja espera. Él, de unos treinta y tantos, sentado en la parada, cigarro en mano, conversa y bromea, mientras abraza y besa cariñosamente a su chica. Disfrutan la espera, y tras risa y risa, los brazos de ella rodean su cuello. La felicidad los embarga y el mundo parece no ser nada para ellos.

A unos cientos de metros de aquel lugar, en algún departamento dos personas comparten, se acompañan. La habitación a oscuras e iluminada suavemente por la luz de la luna, deja entrever los cuerpos desnudos y sudorozos que se contornean, al ritmo de la melodía de sus propios gemidos. Los ojos cerrados y disfrutando cada una de las sensaciones. La fría noche no lo es tanto para ellos.

Y en algún lugar un chico escribe sobre las cosas que mira. Y fantasea con imágenes que no ha visto y que desea hacer realidad.

La luna sigue avanzando. Ya ha llegado a su cenit.

Leave a Reply