Reconocimiento.

Fue en tu ausencia,
en la necesidad de tus brazos,
de tu piel y de tu aroma,
que comprendí cuan errado estaba.

Cuando el corazón herido y lastimado,
encontró el sosiego necesario.
Cuando la mente, en sus locas
y tortuosas ideas, pudo, por fin,
encontrar la calma que añoraba.

En el momento en que los pensamientos,
errantes y danzantes,
cerraron sus pasos sobre si mismos,
dejando de lado exterioridades jamás antes ignoradas.

En aquel pequeño lapsus,
que separa el ensueño de la realidad,
el sopor de la vigilia,
vislumbré aquello que tanto deseaba.

Tú.

Riesgos

Imagen obtenida de aquí
Aún recuerdo aquellas primeras palabras que me dijeron mis padres, cuando chico: "Algún día deberás volar". Había pasado mucho tiempo desde que me las dijeran por primera vez. Y, quizás, mucho más, antes de poder ser consciente de ello.

En aquel entonces, siendo yo un pequeño crio, inocente y sin conocimiento del mundo, esas cuatro palabras, me parecieron mágicas, con un toque místico que rayaba el paroxismo. En cada nueva etapa que pasaba de mi vida, aquella frase tenía algo que decirme. ¿O es posible que haya sido yo el que le forzara un significado? Quizás en mi yo presente, las intrincadas líneas del pasado convergen a una significación racional y lúcida de un hecho que, a todas luces, y en su momento, me pareció surgido de la nada más absoluta.

Deben pensar que estoy loco. Y creo que estarían mitad en lo correcto. Hay cierta mágia en la locura que me parece interesante y que me hace replantearme mis actos de un momento a otro. La cordura enloquece a la mente más fuerte. Y la locura la devuelve a su cause.

En algún momento, me dí cuenta que no podía pasar como si nada ocurriera con aquellas palabras, con sus sonidos y su significado inconexo. Y la hice mía. Mía como pueden ser las posesiones más diversas. Como un amo a su mascota, como un enamorado a su amada. En ese instante, sentí que algo tenía sentido. Era, simplemente, parte de lo que me faltaba para ser yo.

Y fue ahí cuando lo entendí.

Abrí mis brazos.

Alcé mi rostro al cielo.


Cerré mis ojos, unicamente para disfrutar del instante. De los segundos antes del climax.

Avance un paso. Sabía que no habría un segundo.


Esperé. 

En ese instante, las palabras "algún día deberás volar" resonaron en mi mente como un canon de voces y sonidos lejanos, distantes, complejos y añorables. En ese mínimo instante, todo lo vivido, me parecía que solo podía tener un significado. Un punto de término. Ese.

Y me deje caer.


********

En aquel momento, un ave caía en picada desde un acantilado. Sin control. Disminuyendo su distancia a tierra.

Y cuando el choque al suelo parecía inminente, las alas se desplegaron en majestuosidad, como si la diminuta ave, hubiera sabido toda su vida, como hacer aquello.

Dicen que solo las aves conocen la verdadera libertad, pero todos son libres de vivirla.
Basta arriesgarse.
Y volar.