Reconocimiento.

Fue en tu ausencia,
en la necesidad de tus brazos,
de tu piel y de tu aroma,
que comprendí cuan errado estaba.

Cuando el corazón herido y lastimado,
encontró el sosiego necesario.
Cuando la mente, en sus locas
y tortuosas ideas, pudo, por fin,
encontrar la calma que añoraba.

En el momento en que los pensamientos,
errantes y danzantes,
cerraron sus pasos sobre si mismos,
dejando de lado exterioridades jamás antes ignoradas.

En aquel pequeño lapsus,
que separa el ensueño de la realidad,
el sopor de la vigilia,
vislumbré aquello que tanto deseaba.

Tú.

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