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El aludido le miró directamente a los ojos y mantuvo la mirada unos segundos. Se volvió para ver el entorno que le rodeaba y sin más, una lágrima resbaló por su mejilla.
-Alguna vez -comenzó a decir- pensé en rendirme, en arrojar la toalla, en un "no más". Estaba cansado. Tenía miedo. Aún hoy lo tengo y sé que nunca se irá. El miedo está siempre, en distintas formas. Pero en un momento comprendí. ¿Cansado de qué?, me pregunté. ¿De vivir? ¿de disfrutar? No, nunca estuve cansado. Solo buscaba excusas para no hacer lo que sabía que tenía que hacer. Quería rendirme sin intentar nada. Sin siquiera esforzarme. Tengo que seguir creciendo, lo tengo claro. Tengo que seguir aprendiendo muchas cosas más y maravillándome de tantas otras. Y en ese proceso, mi alma y mi ser evolucionarán. Volví a cambiar. Y no será la última vez.
Las palabras siguieron resonando unos segundos antes de apagarse. Una sonrisa se esbozó, a un mismo tiempo, en ambos.
Al fin me haces sentir orgulloso de mi mismo.
Fue la última vez que lo volvió a ver.