Carácteres al viento

Puede la vida dar muchas vueltas. Enseñarnos a costa de caídas y heridas, lo complejo que puede ser enfrentar el día a día. Y está en uno el saber enfrentarlo, y superarlo.

A veces, podemos sentirnos solos en ese proceso. Y otras, con compañías eternas que se vuelven el soporte fundamental para todo lo que ha de venir.

Incluso en los momentos en que las cosas puedan ser infinitamente complejas, generalmente la respuesta es antagónicamente simple (no por ello, ha de ser sencillo de realizar). E incluso en esa sencillez, las maravillas están a la vuelta de la esquina.

Perdemos (¿o bloqueamos?) la capacidad de asombro a medida que crecemos. Bloqueamos lo nuevo y lo adaptamos a lo que ya conocemos. Y cuando la vida nos enfrenta nuevamente a situaciones límite, es cuando nos damos cuenta de que vale la pena vivir. Solo por el placer de disfrutar las cosas pequeñas.

La vida en si misma es compleja y tendemos a infravalorarla en el común de los días. A menos que dicha vida nos afecte directamente.

Cuando los días se llenan de acciones, risas, abrazos, llantos o infinidad de actos externos (cada día más elaborados que el anterior), es cuando en realidad sabemos que tenemos algo que hacer en la vida, en que esta cobra algún tipo de sentido, más allá de los deseos personales. Es cuando incluso los más malos de los ratos, tienen su propio nivel de alegrías y aprendizajes.

Y es en ese instante en que dices: "Gracias por llegar a mi vida. Por enseñarme a ver que incluso lo pequeño, puede ser grande"

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