Previa...

—¿Por qué sigues sin asumirlo?— le interrogó trás un rato de silencio, el suficiente como para organizar, algo, sus ideas—. Eres perfecta, y una de las mujeres más hermosas, si es que no la más.

Sus ojos se alzaron al escucharlo decir esa frase, otra vez. Una expresión reflejo ya, que solo remarcaba la credibilidad que le merecían sus palabras, con el ya no tan sutil mensaje de que estaba loco. Y quizás era así. No era la primera vez que discutian sobre lo mismo. Él, insistiendo tercamente en su belleza y esplendor. Ella, porfiando en su fealdad e imperfección.

—Nunca entenderé que fue lo que viste en mi, con estos rollos, con mis dedos cortos, con mis ojos color mierda...
—No empieces así, tontita— le cortó, al tiempo que le abrazaba por la espalda y pasaba sus manos sobre su vientre, el que, con los años y la dejadez propia, abultaba ligeramente bajo la ropa—, que tu sabes bien— continuó tras darle un suave beso sobre sus hombros, mientras daba unos cortos pasos para obligarla a avanzar— qué es en lo que me fascinó de ti— y mientras así decía, una mano se comenzó a escabullir a los senos de ella, que comenzaban a marcarse, como previendo para donde iba todo.
—Obvio que lo sé... porque eres un pervertido que, apenas puede, lo unico que busca es una buena follada— deteniendole la mano antes de que alcanzara su obvia meta.
—Y, te faltó agregar, porque tu eres tan caliente como yo, como para darme en el gusto cuando quiero.
—Y cuando no quieres, también— añadió ella, en un susurro de complicidad que solo acentuaba más aquella complicidad que los compenetraba, llevando la mano cautiva a su cuello—. Hoy, no quiero que seas tierno... amo— dijo, con una voz melosa, coqueta y terminando casi en un susurro.

Unas manos se afianzaron a su cuello, y a su entrepierna, en respuesta a aquella palabra que, casi como una clave, abría las puertas a una pasión sin limites que, cada vez que ocurría, solo los dejaba extenuados de placer, amor y sexo.

Leave a Reply