Segundos Consejos

- Me recuerdas? - pronuncio una voz conocida.

- ¡Oh, no! - fue la respuesta inmediata a aquella voz. Un susurro apenas audible, murmurado con el sonido más silencioso posible.

- Veo que si - dijo la voz en un tono de risa contenida. - Es normal que me recuerdes en todo caso. No puedes escapar de mi por más que lo intentes, ¿no?

- ¿Qué es lo que quieres? - se notaba impaciencia. Mucha.

- Sólo hablar contigo, ¿acaso es malo?

- Obvio, la última vez no te apareciste para algo positivo que digamos.

- ¡Jajaja! Pero parece que sirvió, ¿o me equivoco?

- No sabría si decir que sí o que no...

- Idiota. En ocasiones me haces pensar que no te conoces. Recuerdas esa última charla, y lo sé. Intentaste cambiar muchas cosas. "Mejorar" le llamaste y luchaste contra viento y marea por lograr tu meta de modificar tu forma de actuar. Y, ¿sabes?, te felicito. Lo lograste. Por lo menos en parte.

- Vaya, esto no me lo creo. ¡¿Tú diciendome que lo hice bien?!, dime donde está la cámara oculta....

- No seas irónico. No siempre apareceré porque estés haciendo de tu vida un desastre. No por nada somos uno - el rostro del oyente, no oculto su mueca de repudio por esa última frase, aun cuando en su interior, sabía que era verdad -. No puedo negar que lo estas intentando, y mucho. Pero no puedo dejar de decirte que falta algo importante. ¡Entrégate!, no solo intentes hacerlo. ¡Termínalo! si solo lo intentas de palabras y hechos, pero no pones tu alma, tu corazón en ello, jamás lo lograras y no serás muy distinto de quien eras. De quien repudias y al mismo tiempo añoras ser... no... en parte, tengo fe en ti, aun cuando hayan motivos para pensar lo contrario...

- ¡JÁH! - le interrumpió - ya sabía que venias a restregarme las cosas en la cara. Nunca cambias... realmente nunca cambias... - la voz pareció quebrarsele.

- Vaya... no esperaba que supieras que faltaba... eso me da un rayo de esperanzas. Estaré esperando por ese día. Realmente estaré esperando... - y se fue.

Quien quedó ahí, miró a su alrededor. Vio un lugar vació, de una negrura no muy profunda, pero sintió ese escalofrío que en ocasiones le recorría la espalda. Se sintió solo. Muy solo. Y solo atinó a sentarse en el suelo, rodear sus piernas con sus brazos y pegarlas a su cuerpo, acercar su rostro a sus rodillas y llorar. Sabía que él se había dado cuenta de lo que a gritos mudos pedía. Y También sabía, que él jamás le daría aquello. Únicamente le quedaba esperar.

Leave a Reply