Bajo la Luz de la Luna

-¡Recuerda que tienes que pedir tu deseo!- había dicho una voz masculina.

-Ya lo sé, Alex. ¡¡No soy ninguna tonta!!, no es la primera vez que ocurre algo así como para no saber que hacer- respondió la chica con un claro tono de malestar.

-Esta bien, discúlpame, no quería hacerte sentir así- aunque había un leve dejo de ironía en sus palabras.

Solo dos siluetas se observaban desde la distancia, mirando al cielo sentadas en la playa. La noche estaba tranquila, con un cielo estrellado, cortado a ratos por lo que parecía ser una lluvia de estrellas.

De pronto, una de las siluetas apoyo su cabeza en el hombro de la otra, mientras se abrazaban. Un beso pareció dibujarse con timidez.

-Deberías levantarte, así será imposible que desayunemos juntos. Aunque no puedo negar que te ves adorable mientras duerme - mostrando una encantadora sonrisa.

-No molestes, estoy agotado Raquel, y lo sabes - dijo Alex, con una voz que más parecía a tierno coqueteo que a enojo.

Ella se recuesta al lado de Alex y comienza a acariciar su rostro suavemente, sin dejar de mirarlo.

-¿Qué ocurre? - pregunta una voz casi desvanecida

-Nada querido... - y tras un pequeño silencio- solo disfruto la oportunidad de verte dormir

*****

-¡¡Ándate a la mierda!!

-¡¿Tan tonta eres que no puedes entender que solo he hecho lo que es mejor para nosotros?!

-¿Ah si? ¡Entonces explícame porque mierda a la única persona que ignoras todo el día es a mi! ¡Díme porque a todas tus "amiguitas" las tratas tan bien! ¡No soy ninguna ES-TÚ-PI-DA y lo sabes! ¡No puedes ser más maricón!

Las lágrimas caían del rostro de ella. El dolor acumulado durante meses no hacía más que abrir las heridas producidas. El rostro de Alex solo mostraban rabia. Ambos en el fondo, sabían que lo estaban pasando mal.

*****

Eran las siete de la tarde, y seguían caminando tomados de la mano, indiferentes al tiempo, al mundo. Tan solo preocupados por ellos.

Lentos pasos de la pareja. Ella tomada del brazo de él. Él sonriendole y conversando alegremente con ella, quien no dejaba de responderle con la misma felicidad.

Se sentaron en alguna banca. Se abrazaron y hablaron del pasado. Se dieron besos que solo dejaban entrever ternura. No por nada se conocían hacía tiempo.

*****

-Te juro que nunca esperé que ocurriera todo esto -una lágrima cayó por su rostro, al tiempo que su voz se rompía- me siento un total idiota. Si pudiera retroceder el tiempo y evitarte todos esos momentos de dolor, de tristezas y peleas sin sentido. Me gustaría poder darte aquella sonrisa que tanto me hacía feliz, revivir aquellos momentos en la playa, o nuestras escapadas locas, nuestros despertares juntos, me gustaría poder llevarte a todos aquellos lugares en los que siempre me dijiste que habías querido ir. Pero eso ya ha quedado atrás. Ahora solo puedo pedirte disculpas por todos los malos momentos, y gracias por todas aquellas felicidades a tu lado. Fue lo mejor que me pudiste haber pasado amor...

-Señor -dijo una voz desconocida-, debe retirarse para que podamos bajar el ataúd.

Alex lo miró un instante, movió la cabeza en dirección al ataúd de Raquel, y lo beso con ternura, con pasión, con todo el amor del que fue capaz. El último beso que podría darle. Luego se retiró unos pasos para que pudiera concluir la ceremonia.

Tras el breve entierro, se acercó a la lápida que había en la tumba de quien fuera su mujer, y depositó un ramo de flores.

-Son azaleas amor, como las que tanto te gustaban - susurró, intentando que nadie escuchara ese secreto.

Se fue.

Esa noche, las estrellas volvieron a llorar en el cielo, aunque la ciudad no dejaba verlas como antaño. Bajo los faroles del cementerio, podía verse con dificultad, lo que estaba escrito en la lápida: